Cuenta la leyenda que los toltecas conocían al dios Quetzalcóatl como el más bondadoso con el pueblo.
Un día, los dioses se encontraban reunidos y mientras tanto el dios Quetzalcóatl aprovechó para robarse el árbol con semillas de cacao y entregarlo al pueblo tolteca con la finalidad de que con este fruto pudiesen crecer grandes y listos para seguir aprendiendo sobre la agricultura y preservar los alimentos que harían florecer al pueblo.
Para que el árbol creciera fuerte, pidió a Tláloc que lo bendijera con lluvia y a Xochiquétzal que lo adornara con bellas flores.
Esta combinación dio lugar a que este árbol sagrado diera sus frutos y así obtener el maravilloso cacao.
La felicidad, la riqueza y la sabiduría que desde ese entonces mostraron los toltecas, despertó la envidia de los dioses y más cuando descubrieron que tomaban “su bebida”.
Se dice que Quetzalcóatl fue dador del cacao en sus cuatro clases: el cauhcacahuatl, el mecacahuatl, el xochicacahuatl y el tlalcacahuatl, que era el que tostaban, reservando los otros tres para moneda, pues el fruto se consideraba símbolo de riqueza. Mientras que el xocolatl fue licor sagrado; se tomaba agrio o amargo y más tarde se le mezcló con miel. A la llegada de los españoles, éstos le agregaron azúcar y leche, tomándolo caliente, haciéndolo la bebida de lujo de la época colonial y nombrándolo chocolate.
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